Saturday, August 26, 2006

Sendos senderos.

Pienso. O lluevo.

El humor: hace uso de la crueldad para poder moverse. Pequeñas agujas, estos atomos que se hacen lubricante, es tan pequeño, vuela.

Cierro los ojos y veo lo que sé de ti. De cualquier forma me prendo.

"Las nubes son las sombras de los gigantes que alguna vez habitaron mi alma. Ahora dime: ¿cuánto costaban esos zapatos?"

Tuesday, August 22, 2006

Cuando fui a correr conté 1756 pasos, en 1756 nació Wolfgang Amdeus Mozart. No estaba seguro si dejar la cuenta en 1760 o 1756. Saliendo del parque, decidí dejarla en 1756. Me pregunté: ¿Qué importancia tiene si la cuenta es consistente con el número total de pasos que dí o si la cuenta no es exacta?
Mientras corría dejé la cuenta por espacio de unos minutos, después la retomé añadiendole el numero de pasos correspondiente al tiempo transcurrido.

Te amo mañana.

Estaba peleando sobre la superficie del mar con el caballero cisne, él estaba desnudo, entonces le asesté el golpe de gracia y lo mandé directamente al fondo del mar. Pero me arrepentí de hacer esto, volé rapidamente hacia el fondo del mar y ejecuté el golpe de torbellino ascendente para sacarlo de ahi. Se salvó.

Gracias a esta pelea se nos fue concedida la existencia dual, ahora nuestro ser consistía en un carro y nuestra persona física por separado. Entonces tuvimos un recibimiento los cuatro caballeros en un castillo muy elegante con candelabros muy antiguos y pinturas exquisitas. Fue un deleite. Entonces cada caballero hizo su demostración. La mía salió mal, mandé traer (sin recordar que lo había hecho, esto lo hizo más convincente) un robot enorme que lanzaba granadas. Entonces lo vimos llegar por el horizonte y yo fui rápidamente a una de las ventanas a instalar mi cañón para dispararle. El robot comenzó lanzando muchas granadas hacia el castillo y yo le disparaba acertando varias veces pero sin causarle el menor daño. Entonces me di cuenta que sus granadas eran ciruelas explosivas, y comenzó la batalla.

Yo, agazapado detrás de la jardinera del balcón, tratando de que no me viera, recogía las ciruelas que no habían explotado y se las lanzaba, siento que nos hicimos daño. Después me levanté y comenzamos a lanzarnos las ciruelas directamente a la cara, estabamos frente a frente; en esta ocasión las ciruelas no explotaban sino que se despedazaban como fruta común y corriente, y así nos estuvimos lanzando ciruelas un buen rato. Luego él sacó un dulce de tamarindo dentro de su bolsita, y oh amigos, yo supe que cosa tenía en mente el buen amigo mounstruo en su cerebraco electrificado, me quería lanzar el buen tamaro en los huevos. Entonces en lo más hondo de mi ser supe que su puntería en diagonal era tan mala que fallaría, y falló.

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